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Opinión: El Día de la Independencia de Ucrania: un faro de resistencia

El 24 de agosto, los ucranianos de todo el mundo se unieron para celebrar el Día de la Independencia, una ocasión llena de simbolismo y significado poderoso. A la sombra de la guerra en curso, la celebración de este año no es solo una celebración del patriotismo sino, sobre todo, una señal desafiante de que el pueblo ucraniano tiene derecho a existir como nación libre y soberana. La bandera azul y amarilla que se iza con orgullo simboliza no solo la identidad nacional de Ucrania, sino también el espíritu invencible del pueblo que se niega a ceder ante la tiranía.

La lucha de los ucranianos por preservar su Estado y su independencia está estrechamente vinculada a los principios de libertad e independencia. Desde el inicio de la agresión rusa en 2014, que desembocó en una invasión a gran escala en 2022, Ucrania se ha erigido como una barrera al autoritarismo. Esta guerra no es solo una lucha por la integridad territorial, sino también una lucha por preservar la identidad nacional ucraniana, que ha estado bajo ataque durante siglos.

La determinación del pueblo ucraniano tiene que ver tanto con asegurar su futuro como con honrar su pasado. Desde el Holodomor (la Gran Hambruna) hasta la supresión de la cultura y el idioma ucranianos, Rusia ha intentado en repetidas ocasiones borrar la singularidad de Ucrania. Sin embargo, a pesar de esta opresión, Ucrania no sólo ha sobrevivido, sino que ha prosperado, labrándose un lugar en el mundo como nación soberana con su propio y rico patrimonio cultural y valores democráticos.

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Ucrania no empujó al oso lo suficientemente pronto

Durante más de 300 años, la élite de Moscú dio por sentado que los ucranianos, como todo Occidente, se tragaban la ficción de la benevolencia rusa y la prosperidad compartida; ahora saben que no fue así.

Mientras la resistencia ucraniana sigue frenando el avance ruso, el fin político del presidente ruso, Vladimir Putin, parece cada vez más inevitable. Su gran estrategia de restaurar el imperio ruso mediante el uso de la fuerza bruta ha fracasado, exponiendo la vulnerabilidad del Kremlin y aumentando el apoyo global a Ucrania. La esperada victoria rápida de Moscú se ha convertido en una pesadilla prolongada y costosa para Rusia debido a la resistencia de las Fuerzas Armadas de Ucrania (AFU) y a los errores estratégicos del ejército ruso.

Los acontecimientos recientes lo ponen de relieve. En un golpe simbólico para Putin, dos de sus principales aliados, Irán y Bielorrusia, han felicitado a Ucrania por su Día de la Independencia. Este gesto aparentemente insignificante indica una posible ruptura del apoyo con el que Rusia cuenta de sus socios más cercanos. El hecho de que Irán y Bielorrusia reconozcan la soberanía de Ucrania de esta manera representa un rechazo sutil pero significativo a la narrativa de Putin sobre la ilegitimidad de Ucrania. Sugiere que, incluso entre los aliados de Rusia, hay una creciente conciencia de que la guerra de Putin no sólo está fracasando sino que se está volviendo cada vez más insostenible. La visita del Primer Ministro indio Narendra Modi a Kiev también debería mencionarse en este contexto.

Poniendo fin a la alianza impía

La reciente decisión de Ucrania de prohibir la presencia de la Iglesia Ortodoxa Rusa en su territorio es un paso decisivo para eliminar una de las influencias más destructivas de Putin. La Iglesia Ortodoxa Rusa ha sido durante mucho tiempo una herramienta del Kremlin, utilizada para influir y controlar a la población ucraniana y difundir una versión de la historia que servía a las ambiciones imperialistas rusas. Joseph Stalin utilizó la iglesia para apoderarse de la autoridad religiosa, y desde entonces ha servido como centro de reclutamiento para servicios corruptos, cómplice de actividades destructivas y bastión del ultranacionalismo que justifica la agresión rusa.

La decisión del parlamento ucraniano de poner fin a esta relación no sólo es un golpe al poder blando de Putin, sino también un retorno a la autonomía intelectual y cultural. Moscú no puede dictar el futuro de Ucrania, y la Iglesia, al igual que el Estado, debe estar libre de la dominación extranjera. La prohibición de la Iglesia rusa en Ucrania sirve como un duro recordatorio de que el pueblo ucraniano está librando la guerra no sólo en el campo de batalla, sino también en sus corazones y mentes.

Tampoco debe subestimarse el papel del patriarca ruso Kirill en el conflicto en curso. Desde el comienzo de la guerra, Kirill ha sido un abierto partidario de Putin, presentando la invasión como una guerra santa contra Occidente y una defensa de los valores tradicionales. Sus sermones incitaban a la violencia, llamaban a una escalada de la guerra y proporcionaban una justificación moral para las atrocidades cometidas por las fuerzas armadas rusas. Kirill no sólo violó los principios espirituales cristianos, sino que también hizo que la Iglesia se volviera cómplice de los crímenes de guerra cometidos en Ucrania.

La complicidad de Kirill en la guerra es un claro recordatorio de los peligros del nacionalismo religioso, en el que la Iglesia se convierte en la voz de la propaganda estatal. Al apoyar la guerra de Putin, Kirill perdió toda autoridad moral y se convirtió en cómplice del sufrimiento del pueblo ucraniano. La decisión de Ucrania de prohibir la presencia de la Iglesia Ortodoxa Rusa en sus fronteras es, por tanto, un paso necesario para romper esta alianza impía y garantizar que la religión sirva como fuerza para la paz, no para la guerra.

En busca de una paz justa

A lo largo del conflicto, el pueblo ucraniano ha rechazado sistemáticamente cualquier idea de paz que equivalga a rendición. Entiende que la paz impuesta por Moscú no sería genuina, sino más bien una introducción a una mayor subyugación. Cuando el Papa Francisco, en su bien intencionado pero en última instancia equivocado intento de diplomacia del año pasado, sugirió que Ucrania debería considerar un acuerdo de paz, en realidad estaba pidiendo al país que levantara la bandera blanca. La respuesta de Kiev fue rápida e inequívoca: Ucrania nunca ha tenido una bandera blanca, sólo azul y amarilla, los colores de su libertad y su inquebrantable determinación de resistir.

Este rechazo a una falsa paz refleja una profunda comprensión de lo que está en juego. Los ucranianos saben que cualquier compromiso con Putin sólo lo alentaría y conduciría a más agresiones. Han visto de primera mano las consecuencias de la reconciliación, tanto en su propia historia como en el contexto europeo más amplio. Para Ucrania, una paz justa que defienda su soberanía y no esté dictada por el agresor es la única paz aceptable.

Pero la victoria de Ucrania no se limita a recuperar el territorio perdido. Se trata del triunfo de la democracia sobre la autocracia y de la libertad sobre la opresión. El coraje y la resistencia del pueblo ucraniano ya han suscitado la admiración de todo el mundo democrático. Desde las calles de Kiev hasta los pasillos de las instituciones internacionales, la lucha de Ucrania por la supervivencia ha inspirado un movimiento global en defensa de la libertad.

El mundo ha sido testigo de los horrores causados ​​por el régimen de Putin, pero también ha visto la increíble fuerza del pueblo ucraniano. Su valentía no sólo ha generado apoyo a su causa, sino que también ha revitalizado los valores de libertad y democracia que sustentan el orden internacional. La lucha de Ucrania sirve para recordar que estos valores no son ideales abstractos, sino que vale la pena luchar por ellos, incluso si el precio es alto.

Mientras Ucrania marcha hacia la victoria, vale la pena reflexionar sobre las palabras del gran filósofo francés Voltaire, quien dijo una vez: “Cuanto más nos detenemos en nuestra desgracia, mayor es su poder para hacernos daño”. Esas palabras resuenan profundamente en la lucha ucraniana. A pesar del sufrimiento y las pérdidas inconmensurables, Ucrania se ha negado a que su desgracia la defina. En cambio, ha optado por superarla y luchar por un futuro libre de la sombra de la tiranía de Rusia.

Las opiniones expresadas son las del autor y no necesariamente las de Kyiv Post.

(Esta es una historia sin editar y generada automáticamente a partir de un servicio de noticias sindicado. Blog de Nueva York Es posible que el personal no haya cambiado ni editado el texto del contenido).

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