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Opinión: Primero lo primero

El presidente Zelensky, con su decisión estratégica de desplegar las Fuerzas Armadas de Ucrania en Kursk, ha logrado varios objetivos importantes y ha demostrado su disposición a “pensar en nuevas tácticas militares”. Esta previsión es una señal tranquilizadora de su liderazgo, ya que se han ganado (o perdido) guerras asumiendo riesgos estratégicos que las fuerzas enemigas no habían previsto.

Sin embargo, con cada uno de esos riesgos, se debe tener cuidado de asegurar que el enemigo se vea privado de cualquier oportunidad de dar vuelta la situación y aprovechar las oportunidades que se presenten con esos despliegues de tropas imprevistos. Los anales de la guerra están llenos de ejemplos clásicos de líderes militares que ganaron territorio pero perdieron guerras. Las invasiones de Rusia por parte de Napoleón, Hitler y Carlos XII de Suecia son ejemplos claros de “concesiones” territoriales rusas al permitir que el enemigo se moviera con poca resistencia a través de Rusia hasta que la distancia y el clima gélido debilitaron y destruyeron significativamente sus ejércitos, causando pérdidas irreparables y conduciendo a la derrota final.

Rusia puede permitirse concesiones temporales e incluso la ocupación de una pequeña parte de su vasto territorio si esas concesiones aumentan sus posibilidades de derrotar a las fuerzas ucranianas. Sin embargo, Ucrania no puede permitirse esas concesiones. Carece de las grandes distancias y el clima gélido que podrían atrapar a sus enemigos, y no puede aplicar una estrategia de “tierra arrasada” para matar de hambre a las fuerzas enemigas. Aunque cualquier movimiento táctico o estratégico que desequilibre a Rusia debe ser aplaudido, retener fuerzas adecuadas para la defensa de la patria debe seguir siendo la primera y más alta prioridad de Ucrania, lo que subraya la urgencia de la situación.

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Los dirigentes ucranianos, en particular sus generales, habrían tenido todo esto en cuenta antes de desplegar varios miles de sus experimentados soldados en Kusk. Había razones de peso para invadir Kursk, y una de ellas, y no la menor, era la creación de una zona de amortiguación higienizada, que socavaría la confianza en el gobierno de Putin y desacreditaría el mito de la inviolabilidad de Rusia. Esta incursión en Kursk, con su potencial para aliviar la presión sobre la apremiada línea de defensa de Ucrania, en especial en las zonas de Pokrovsk, Chasiv Yar, Avdiivka y Kramatorsk, donde los rusos superan en armamento a los ucranianos en una proporción de hasta cinco a uno, ofrece muchas esperanzas en el conflicto en curso.

Las noticias que llegan de esas zonas no son alentadoras. Los rusos parecen haberse concentrado exclusivamente en romper las defensas ucranianas y sólo en segundo lugar en reunir nuevas fuerzas para Kursk procedentes de otras partes de la Federación Rusa. No ven ninguna urgencia en “liberar” Kursk y han redistribuido pocas tropas –si es que han redistribuido alguna– de Ucrania. Para Putin, la pérdida temporal de 100 aldeas en Kursk vale menos que capturar un centro vital de transporte y logística como Pokrovsk, con sus 38.000 habitantes, incluidos casi 2.000 niños.

A menos que los líderes ucranianos confíen en que su línea defensiva resistirá lo suficiente para que lleguen refuerzos, deberían estar preparados para explicar por qué creen que Kursk es un lugar que vale la pena visitar, ya que cuenta con varios centros militares importantes y es un lugar seguro para miles de residentes ucranianos. La integridad de la línea defensiva de Ucrania –en términos de personal y fortificaciones– es primordial, y cualquier violación podría tener consecuencias graves.

Es hora de que Ucrania reconozca que ninguna ocupación temporal del territorio ruso justifica la pérdida permanente de siquiera una pequeña parte de Ucrania. La pérdida de esa parte y más no sólo es posible sino también probable si Ucrania no logra encontrar los recursos necesarios para detener los avances rusos. A pesar de todas las valientes palabras sobre quedarse en Kursk “indefinidamente”, todos sabemos que, tarde o temprano, Ucrania abandonará todo el territorio ruso, y sus enemigos lo saben. En lugar de desplegar tropas lejos de su ofensiva en Ucrania, Putin puede esperar que Ucrania destine más recursos a Kursk.

Aunque la incursión en Kursk haya cumplido todos sus demás objetivos, hasta ahora no ha logrado frenar los avances rusos en Donetsk. Tal vez sería prudente que el Presidente, a la luz de estos acontecimientos, examinara la situación militar en las secciones más vulnerables y presionadas de la línea defensiva de Ucrania y determinara qué fuerzas se pueden redistribuir para reforzarlas, incluida la retirada urgente de algunas de sus tropas de Kursk. Esta revisión estratégica –no sólo del personal y la logística sino (de igual importancia) de la idoneidad de las fortificaciones defensivas– podría proporcionar una valiosa perspectiva de la línea defensiva actual y de las posibles medidas para detener los avances enemigos. Incluso podrían revelar y abrir a bombardeos aéreos intensivos las zonas de mayor concentración de tropas enemigas.

La posible pérdida de ciudades como Pokrovsk debería ser un duro recordatorio de lo mucho que está en juego. Si Ucrania perdiera alguna de esas ciudades, la euforia acumulada en Kursk pronto sería reemplazada por el desprecio y sería vista por gran parte del mundo, incluidos los aliados de Ucrania, como una derrota significativa para Ucrania y una victoria estratégica para Rusia.

Las opiniones expresadas en este artículo de opinión son las del autor y no necesariamente las de Kyiv Post.

(Esta es una historia sin editar y generada automáticamente a partir de un servicio de noticias sindicado. Blog de Nueva York Es posible que el personal no haya cambiado ni editado el texto del contenido).

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