Ucrania cubre sus estatuas para protegerlas de la guerra de Rusia
En la plaza Sofía de Kiev, las enredaderas se enroscan alrededor de la estatua del venerado líder cosaco Bohdan Khmelnytsky, con su cabeza alzada desafiante por encima de las tablas protectoras que lo rodean. No parecen capaces de soportar un fuerte viento, y mucho menos un misil ruso.
“Esto nos recuerda una vez más la guerra”, dijo Polina Chebotareva, una estudiante de derecho de 19 años, al pasar junto a Khmelnytsky. Dijo que siente “dolor” cuando mira los monumentos cubiertos de nieve de la ciudad.
Al otro lado del río Dniéper, el príncipe Volodymyr, célebre por haber traído el cristianismo a Kiev, se encuentra completamente expuesto en su pedestal. Mykola Lysenko, un compositor ucraniano, está mejor protegido: solo su cuero cabelludo sobresale por encima de sacos de arena podridos.
Los voluntarios y los trabajadores públicos fueron quienes inicialmente protegieron los monumentos y obras de arte de Ucrania, a menudo a sus expensas y como una medida temporal, explicó Maryna Solovyova, jefa de protección del patrimonio en el Ayuntamiento de Kiev.
En el caso de algunas estatuas, las autoridades han instalado pantallas protectoras adornadas con dibujos y un texto que describe las figuras que se encuentran en su interior. El Ayuntamiento también busca una “protección a largo plazo” para las piezas patrimoniales, dijo Solovyova. “Al principio, pensamos que no sería tan largo”.
La princesa Olha, gobernante de Kiev, y Dante Alighieri, el famoso escritor medieval italiano, fueron liberados de sus sacos de arena el año pasado después de que sus cuerpos porosos de mármol blanco comenzaron a acumular moho y a volverse verdes.
La invasión también galvanizó un programa estatal de “descolonización” y “desrusificación” que comenzó en 2015. Se eliminaron las estrellas comunistas y se reemplazaron las hoces y los martillos.
Durante diez años, Zhenya Molyar, artista y activista ucraniano, insistió en que se protegieran y contextualizaran los monumentos soviéticos, algunos de ellos de fabricación ucraniana. “Pero ahora comprendo lo provocativos que podían ser”, dijo, y sugirió que se los podría colocar en un museo.
Un rectángulo de terreno irregular marca el lugar donde se encontraba la estatua del poeta nacionalista ruso Alexander Pushkin en un pedestal en el parque Ivan Bahrianyi, en el centro de Kiev. Lo único que queda del comandante del Ejército Rojo Mykola Shchors y su caballo de bronce son las pezuñas cortadas.
Los espacios vacíos “pueden indicar la debilidad del Estado y de la sociedad”, dijo Anton Drobovich, director del Instituto Ucraniano de la Memoria Nacional. “(Estos) deben ser utilizados en beneficio de la comunidad después de una amplia audiencia pública y de expertos”.
Pero Olha Balashova, una historiadora del arte que dirige un archivo de arte contemporáneo de tiempos de guerra, no está de acuerdo y sostiene que esos espacios deberían quedar vacíos. “Realmente necesitamos el espacio, el tiempo y el debate en la nueva sociedad para pensar simplemente en el futuro”, afirma.
En una carretera que lleva a Kiev, los carteles con los nombres de las localidades aún están cubiertos de pintura en aerosol negra, que originalmente se ocultaron para confundir a las tropas rusas que avanzaban hacia la ciudad. Para Balashova, los carteles no son solo una señal de protección contra la invasión, sino una indicación de que se encuentran en territorio ucraniano.
“No necesitamos señales para navegar por nuestro espacio nativo, nuestra ciudad natal, pero los invasores las necesitan”, dijo.
Serhiy Morgunov colaboró con este reportaje.
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